
por Caro B.G.
Debo confesar que creo nunca haber comido espárragos. Sí la sopa crema, claro. Pero no el espárrago en vegetal. Sé que existe la tarta de espárragos, y tengo una nota mental que dice "comprar espárragos". Sin embargo, cuando llego a la verdulería, compro brócoli. Siempre vuelvo y termino en el brócoli. Porque es familiar y conocido. Porque tiene un montón de propiedades para un montón de cosas. Porque me gusta y pondría un lugar que se llame ¨Amigos del Brócoli¨, donde se cocine en distintas variedades, como con salsa blanca, milanesa de brócoli, fideos con brócoli, tarta de brócoli, salteado de brócoli.
Es así, no salgo del brócoli. Y si pienso en espárragos todo el día, a la noche compro brócoli. Debe ser que el espárrago no entra en el abanico de las posibilidades de mi restricción mental culinaria. No, no sé cocinar. No señores. La cocina es una reducción de lo que me pasa en el día y un producto de mi estado de ánimo. Si tuvimos suerte y ganas, será una buena cena, googleada, tal vez, o la adaptación de una receta "La Salteña" o "Casancrem".
Vivir sola es como empezar una terapia donde la casa se convierte en el analista mudo que escucha y sufre las transferencias psicosomáticas de mi Yo al exterior. La casa contiene mi cuerpo en cada rincón. Cada ambiente es un pedazo de mí, una pierna, un brazo, un riñón, un verano entero de rasqueteo, enduido y pintura. Una extensión de mi maraña mental, mi obsesión compulsiva y mi falta de tiempo, mi agotamiento físico y abstracto. Vivir sola es un acontecimiento que no termina de ser nuevo nunca. Pero lo disfruto mucho, ¡oh sí! Porque en la soledad y en el ruido de mi diálogo interno me conozco más. O me conozco un poco al menos.
Me di cuenta, por ejemplo, que no quiero seguir el orden inalterable de las cosas. Hay que tener cuidado, porque hoy el susanismo se expande en sus más variadas vertientes. Si no es en la adopción del machismo como filosofía natural de la historia, es con forma de una ideología que no permite objetivar las acciones propias. Como cuando te enterás que te casás y tenés que aprender a cocinar. O la agenda de tu amiga depende de los horarios de su novio. Cuando las conversaciones se convierten de "qué hiciste el finde a la noche", a la nueva receta que le enseñó a tu amiga la suegra para hacer la salsa blanca sin un grumo. O ese sábado a la noche que el novio de tu amiga se junta con otros miembros masculinos y ella no tiene planes… y no quiere estar sola. No sabe estar sola.
Este es el nuevo susanismo. El que dicta que tu vida se trata de girar alrededor de tu novio como un satélite natural alrededor de un planeta. Y sos intermitentemente conciente de eso cada vez que te quedás sola. Sola, y sin disfrutar la soledad. Ese es el susanismo moderno, amigos. ¡Que horror! Y yo como brócoli, porque NO como espárragos, porque NO sé cocinarlos, y eso, muchachos, me importa muy poco.
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